Los inhibidores químicos de SEL-10 pueden interferir con la capacidad de la proteína para facilitar la ubiquitinación y posterior degradación de las proteínas diana. La emodina, por ejemplo, interrumpe la vía ubiquitina-proteasoma alterando la actividad de las enzimas del proteasoma, lo que provoca la acumulación de proteínas que normalmente se degradarían. Esta acumulación inhibe indirectamente la función de SEL-10. Del mismo modo, la cloroquina, al alterar la función lisosomal y la autofagia, afecta indirectamente a la función de SEL-10, ya que ambos procesos están implicados en la degradación de componentes celulares, incluidos aquellos a los que SEL-10 se dirige. Los inhibidores del proteasoma como MG132, Lactacistina, Bortezomib, Carfilzomib, Ixazomib, Oprozomib y Epoxomicina contribuyen a la inhibición de SEL-10 al impedir que el proteasoma degrade sustratos ubiquitinados. Esta estabilización de los sustratos de SEL-10 ocurre porque estos inhibidores bloquean la actividad proteolítica que típicamente reduciría los niveles de estas proteínas.
Otros compuestos como la Withaferina A y el Celastrol ejercen sus efectos de forma similar al obstaculizar la actividad proteasomal, que es crucial para el proceso de degradación del que forma parte la SEL-10. También se sabe que la curcumina inhibe el proteasoma, lo que provoca un aumento de los niveles de sustratos de SEL-10 dentro de la célula. Esta acumulación indica que SEL-10 es incapaz de realizar su función normal de dirigir estas proteínas para su degradación. El hilo común entre estos inhibidores químicos es su capacidad para interrumpir la vía normal ubiquitina-proteasoma, lo que conduce a la estabilización de las proteínas que SEL-10 normalmente ayudaría a volcar, inhibiendo así indirectamente el papel funcional de SEL-10.
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