Las células poseen redes intracelulares coordinadas que controlan estrechamente el desempeño por la granzima D de sus funciones especializadas de apoptosis. Los segundos mensajeros transmiten señales que modulan la actividad de la granzima D en condiciones de estrés. Los agentes dañinos para el ADN generan una oleada de cascadas de señalización que culminan en la activación de la quinasa y la regulación transcripcional de la granzima D. Compuestos como la idarrubicina, la doxorrubicina y el etopósido manipulan con precisión estos reóstatos intracelulares para potenciar al máximo la expresión de la granzima D y su función proteolítica. Las citoquinas proporcionan otra interfaz de control que potencia la producción de granzima D a múltiples niveles. Los agentes que estimulan la producción de citocinas, como la metoclopramida, optimizan las condiciones propicias para desencadenar la apoptosis. En conjunto, estos compuestos ejercen potentes efectos que optimizan la dinámica de la señalización intracelular y el control transcripcional que rige la ejecución de las funciones apoptóticas de la granzima D a través de diversos modos de acción.
Además, los venenos mitocondriales valinomicina y anfotericina B consiguen que la granzima D elimine los orgánulos comprometidos. Los inhibidores de histonas apicidina y las genotoxinas azidotimidina y estreptozotocina activan programas protectores dependientes de la granzima D. Los estimuladores de citoquinas como la metoclopramida aumentan los niveles de expresión de la granzima D para mejorar la capacidad de señalización de la apoptosis. En conjunto, estos agentes utilizan la granzima D como efector adaptativo de la respuesta al estrés mediante una coordinación de señalización bien integrada.
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